Señalas mi vida apasionada
como si fuese delito de fémina incendiada,
porque se notan las llamas por fuera
cansada de tanto teatro
con acceso restringido.
Las pasiones son también prisiones
pues no resulta fácil romper lo permisible
y regresar a la vida con brasas al rojo vivo
en la lengua y las espaldas.
Has intentado arrimar el fuego a un iceberg?
Duele desde los dos lados.
Desde el fuego que agota sus sentidos,
desde el hielo que se pierde cuesta abajo
mientras intentas detenerlo con tus manos,
juntar el agua haciendo un hueco
entre tu vientre y las costillas.
Cuenco vivo de lo que pudo ser
y encapricha.
Cada ala dibujada en mi cuerpo
es un grito aferrado a la cornisa,
“¡Soy!..¡ Soy! ¡Soy! …
¿No se dan cuenta de que se llevan mi cuerpo
entre sus piernas,
mi alma entre sus dientes?...¡Soy!”
¿O es que cada gemido,
cada lágrima
sólo cuenta como anécdotas de cama?
Y eso es pasión intimidada.
Porque me sacuden las otras,
las de la calle, la que me estrellan
contra la realidad agónica
del que parece elegir morirse vivo
en el banco de una calle en invierno.
Dejarse ir, mudo de frío,
mirándome desde un brazo extendido
desde un café hasta la boca.
Al fin de cuenta, en esa noche,
chocaron dos pasiones desnudas
de lo humano
manoteando pedazos
de historias y testigos.
Poesía de: Nancy Wild
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