viernes, 11 de diciembre de 2015

El Mendigo

Era el invierno de 1877, en un pequeño pueblo cerca del condado de Donegal, Irlanda. Allí en ese recóndito lugar vivía una humilde familia de agricultores, papá Owen, mamá Mébh y el pequeño Brendan.

Un buen día la feliz pareja dio luz a una hermosa niña que llamaron Roisín. La etimología de su nombre proviene de las rosas, pero no de cualquier rosa, solo de las que crecen en áridas llanuras rocosas y que con su fuerza, transforman las piedras en bosques y las ciénagas en praderas llenas de tréboles de cuatro hojas. De la misma manera, y en sintonía con la naturaleza, el amor y la alegría parecían brotar de esa pequeña niña, toda la familia estaba colmada de felicidad y armonía, pues en aquel hogar se respiraba aire, y vida. Entre inviernos y veranos, cosechas y siembras, el tiempo iba pasando, los días y las noches, los años.

A medida que los niños crecían, los papás también lo hacían y envejecían. El pequeño Brendan comenzó a colaborar paulatinamente con los trabajos de su padre en el campo, la pequeña Roisín ayudaba a su madre en los quehaceres del hogar, aunque su talento natural era otro: Cantar.

Su voz celestial hacia vibrar hasta el infinito cualquier tipo de objeto material, y porqué no inmaterial. ¡Oh sí, fiel reflejo de su alma, tan preciosa entonación, que endulzaba y conmovía hasta al más duro corazón!.

Mientras las agujas del reloj corrían y los granos de arena se repartían, el tiempo también lo hacía, pronto llegaría la primavera y la pequeña Roi (como solían llamarla) ya dejaría de ser una niña. Fue así como un buen día, justo el anterior a su cumpleaños número 17 (edad en la que por lo general se estilaba casar a las hijas), la dulce joven quedo atrapada, obnubilada por unos ojos azules que al parecer la miraban.

Ella siguió caminando por las calles del antiguo pueblo, como si nada pasara, luciendo un hermoso vestido rojo y negro, sus cabellos largos, color de oro, ensortijados, moviéndose al compás del viento. Su piel suave y perfumada, delicada y tersa, como siendo fiel a la flor que le dio su nombre, la bella rosa. Fue entonces cuando sucedió el segundo encuentro, mágico e intenso, un choque de miradas que parecía extenderse a través del tiempo.

Él, un joven muy apuesto, iba montando un caballo blanco con tornasoles negros, ¡Si negros!. Era un tono muy extraño, poco habitual para un caballo de ese pueblo. Desde el primer momento los jóvenes supieron, entendieron que ambos eran, es decir, ERAN, el uno para el otro, pero como en todas las historias de amor, en esta también había un problema, y al parecer importante.

Resulta que el caballero no era de este pueblo, solo había ido a llevar un recado. Él era un mensajero. En la antigua Irlanda solían llamar con el nombre Rowan a los niños pelirrojos y este joven no era precisamente una excepción. Su cabello era tan naranja como una zanahoria, largo y fino. Unos ojos azules de cielo brillaban justo debajo de su frente, llena de pecas. Este joven era especial, tenía una sonrisa angelical.

Él estaba como hechizado, encantado por la belleza de la joven dama y más enamorado quedó al escucharla. ¡Oh mi amada! ¿Cómo has podido enamorarme tan rápidamente? ¿Pudo a caso esa voz celestial echarme a volar por los aires, invirtiendo la ley de la gravedad? ¿A podido tu dulce mirar derretir los hielos que protegen a mi temeroso corazón?. -“El amor es así “, respondió la muchacha, es como leí en las historias o en los cuentos, cuando te atrapa es como estar en una burbuja encantada, sin retorno, solo te atrapa… 


-¡Pues atrapados estamos los dos en este conjuro de amor, quien sabe porqué, solo resta dejarlo SER!- respondió Rowan. -¿Pero entonces qué haremos? Decía el joven enamorado, tú vives lejos, un mar de distancias nos separan y además debo confesarte un secreto, mis padres ya me comprometieron con alguien que no me ama, ni yo a él, solo es la tradición del pueblo, casarse cuando cumples 17 años y es muy difícil quebrarla. Fue entonces que los enamorados preocupados por las cuestiones del tiempo, distancias y también por lo que les depararía el destino, decidieron buscar ayuda y pensaron en consultar con un viejo sabio que vivía en el bosque del condado .

Este señor era un ser muy especial, una leyenda, solo pocas personas lo habían visto y nadie había comprobado su presencia con seguridad. Los habitantes del pueblo pensaban que el hombre era mudo o que sufría de alguna extraña enfermedad, y con algo de razón, pues en sus 79 años de vida casi nunca había pronunciado palabra. El vivía en el bosque, nadie conocía su voz, ni lo que hacía, muchos creían que no era un ser de este planeta y de hecho, algo de eso había ¿Acaso sería un hechicero, un poeta resentido o un sabio filosofo rodeado de libros? Nadie tenía esa respuesta pero por lo general lo llamaban “el mendigo”. ¿Y por qué habrían de llamar a un sabio, mendigo?

Claro, pues la gente lo veía usar siempre las mismas ropas, vistiendo un andar muy sencillo, austero, que la mayoría confundía con la pobreza o con ser un mendigo. Puede ser tal vez por su pelo largo y algo desprolijo, o por su barba larga y blanca. Pero pocos lo miraban realmente, es decir, con los ojos del alma. El era un verdadero místico. Pocas veces se lo vio en la ciudad, se podría decir que a lo largo de su vida, solo dos o tres. El nunca dejaba su hogar, el bosque. Pronto Roisin Y Rowan emprendían el viaje a caballo, galoparon y galoparon hacia el bosque a toda velocidad. No sabían si realmente encontrarían al mendigo o vaya a saber a quién o a qué, ellos solo querían estar juntos y amarse para el resto de sus vidas. Valía la pena arriesgarlo todo.

Esa misma tarde, el anciano tomó una siesta bajo un frondoso Duir plateado, esperando en calma la llegada de los amantes, pues el ya lo sabía todo. Y entonces a lo lejos ve venir un caballo, raro, muy raro: ¡Son ellos! Dijo, ¡Los del caballo tornasolado! ¡Hasta pareciera que el animal conoce muy bien el camino!. La bella Roisín no podía creer lo que tenia frente a sus ojos, era él, ¡Sí existía el sabio! Y mayor fue su asombro cuando el hombre pronuncio estas palabras: -“Sé a que han venido, no teman, los ayudaré”. No tienen que contarme nada, puedo entender qué es lo que los aqueja, el pasar del tiempo, las distancias y los miedos ¿No es así?, de modo que solo voy a decirles esto. Su amor es tan bello y puro como sus almas, nadie ha llegado hasta aquí, mi morada, solo ustedes. ¿Saben por qué? Es porque entienden con los ojos del alma, aman con el corazón y piensan humildemente desde la razón. Las personas del pueblo me llaman mendigo, que ironía ¿A quién le está faltando algo? ¿De qué pobreza hablan? Soy un pobre muy rico, vivo rodeado de amor, sencillamente, junto a las ardillas y las flores silvestres.

Déjenme leerles algo que escribieron los dioses para ustedes: "Ambos seréis como dos viajeros que se encuentran en el tiempo ¡Volad en el cielo eterno! ¡Unáis vuestras almas infinitas! ¡No dejéis pasar la oportunidad! Y no os olvidéis una cosa: El universo palpita en vuestros corazones, la magia y el misterio de la vida allí encontrarán. ¡Volad seres de luz, volad, volad como las aves juntos, pero no atados!”.

Luego de estas palabras, los enamorados se miraron con ojos empapados, embebidos en lágrimas de amor y esperanza. Ya no tenían dudas, solo certezas. Se despidieron del sabio y partieron hacia el infinito montando el caballo tornasolado, que en realidad no era un caballo, si no un enviado. Las formas en las que puede manifestarse la divinidad son tan amplias como las mismas galaxias.

Roisín y Rowan eligieron ser felices y finalmente, las familias también lo comprendieron. Vivieron muchos años, plantaron muchos árboles, cantaron y bailaron, rieron y comieron, tuvieron hijos y muchos nietos.

Y para el final, el viejo sabio, mendigo o poeta desquiciado, quiso dejar unas palabras para ustedes: -“Se dice que el amor no sabe de pobreza y que las almas conocen verdaderas riquezas. -Se dice que el tiempo espera y en ocasiones, también vuela. -Se dice que la vida habla en sincronía, solo debemos oír su melodía. -Se dice que la sabiduría es la humildad de sabernos pequeños ante la eternidad y que solo podemos desde nuestro lugar, aportar solo un poco de conocimiento, amor y humanidad. -Se dicen tantas cosas sin saber, que a veces es mejor guardar silencio y aprender. Recuerda, cuando la mente está en calma, en silencio, se manifiesta la energía superior, y a partir de ese instante caminamos ya sin ningún obstáculo. Encuentra la divinidad en cada instante y tu dicha será tan grande que no podrás volver hacia atrás”.
De: Belen Arnau 

Chris Rea – “Celtic Blue”

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